De la piedra que late

El canto de las aves anunciaba la mañana, salía a ver el amanecer con el frío típico del invierno argentino, sol y algo de neblina. Así empezaban mis días en la ciudad de Tandil en Argentina durante estas vacaciones del verano puertorriqueño. Lugar rodeado de sierras, campos de llanuras interminables, colores pasteles en las mañanas, cielo de azul intenso que contrastaba con los marrones de la tierra arada y los ocres de los pastos secos. En ese mismo cielo vi dibujada la bandera del país del que es parte. Finalizaba mis días en el campo con atardeceres de anaranjados, violetas y rosas intensos. Disfruté de una gastronomía exquisita, tanto en la ciudad como en el campo, y fui testigo de sus tradiciones de pueblo agrícola. Aunque en esos parajes aparentaba cierta soledad y abandono, la arquitectura y calles adoquinadas hablaban de las historias de familia y primeros pobladores, historias que se resisten a ser olvidadas con el paso del tiempo y que su gente hace todo lo posible por mantener y preservar. 
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​Intenté captar cada uno de esos detalles a través de mi lente, y aquí les presento el resultado.